martes, 28 de febrero de 2012

Capitulo 12. Final.


Debía haberse quedado dormido, porque estaba oscuro cuando Vanessa sintió que la despertaban.
-Vas a hacer una llamada de teléfono -le dijo Rodrigo y luego encendió la luz general. Vanessa se protegió los ojos con el brazo.
-¿A quién? - comenzó.
-Ya debe de haber sudado bastante -murmuró mientras conectaba el aparato al cajetín del dormitorio-, Es más de la una. Escucha -le bajó el brazo para que pudiera mirarlo-. Le vas a decir que estás bien, eso es todo. No intentes nada -empezó a marcar-. Cuando conteste, dile que no estás herida y que eso seguirá así siempre y cuando él pague. ¿Entendido?
Vanessa asintió y aceptó el auricular. Zac contestó al oír la primera señal. Media taza de café frío se volcó sobre la mesa y goteó encima de la alfombra. -Efron.
Al oír la voz de él cerró los ojos. «Llueve», pensó de forma vaga. Llovía y ella tenía frío y mucho miedo.
-Zac.
-¡Vane! ¿Estás bien. ¿Te ha hecho daño? Respiró hondo y miró a Rodrigo directamente a los ojos.
-Estoy bien, Zac. Sin cicatrices.
-¿Donde estás? -comenzó él, pero Rodrigo tapó la boca de Vanessa y le quitó el auricular.
-Si la quieres de vuelta, reúne el dinero. Dos millones, billetes pequeños, sin marcar. Ya te comunicaré dónde dejarlo. Irás solo, Efron, si la quieres recuperar ilesa.
Colgó, luego soltó a Vanessa. El sonido de la voz de Zac consiguió lo que las horas de miedo no habían podido. Con un sollozo trémulo, ella enterró la cara en la almohada y lloró.
-Se encuentra bien –Zac colgó con meticuloso cuidado-. Se encuentra bien.
-Gracias a Dios -Gina le tomó las manos- ¿Y a continuación?
-Reúno el dinero y lo llevo donde él me diga.
-Sacaremos fotos de los billetes -declaró el teniente Renicki mientras se levantaba de la silla-. Uno de mis hombres lo seguirá cuando haga la entrega.
-No.
-Escuche, señor Efron -comenzó con paciencia-, no hay garantías de que deje ir a la señorita Hudgens una vez que le haya pagado. Lo más probable es que...
-No -repitió Zac-. Lo haremos a mi manera, teniente. No me seguirá nadie.
El teniente respiró hondo.
-De acuerdo, podemos colocar un localizador en el maletín. De ese modo, cuando recoja el dinero, quizá nos lleve a ella.
-¿Y si lo descubre? -repuso Zac-. No -repitió-. No pienso correr ningún riesgo.
-Corre un gran riesgo entregándole dos millones de dólares de esa manera -replicó el teniente Renicki-. Señora Hudgens -se volvió hacia Gina con la idea de que una mujer, una madre, sería más razonable-. Queremos recuperar a su hija sana, lo mismo que ustedes. Déjenos ayudar.
Ella le lanzó una mirada larga y firme mientras la mano apoyada en la de Zac temblaba levemente.
-Agradezco su preocupación, teniente, pero me temo que pienso lo mismo que Zac.
-Fotografíe el dinero -intervino Caine-. Y vaya tras él cuando Vane esté a salvo. Por Dios, yo mismo tengo ganas de procesarlo -añadió en un susurro salvaje.
-Entonces espero que sea procesado solo por secuestro y extorsión... y no por asesinato -añadió con crueldad el teniente-. La mantendrá viva hasta que haya conseguido el dinero. Después, cualquiera sabe. Escuche Efron -continuó al perder la paciencia-, No le gusta tratar con policías, quizá porque años atrás tuvo algunos problemas, pero es mucho más inteligente tratar con nosotros que con él -estiró la mano hacia el teléfono.
En un gesto inconsciente, Zac se pasó la mano por las costillas. «No», pensó «no confío en la policía». El recuerdo de los interrogatorios interminables mientras su herida cicatrizaba estaba grabado en su memoria. Quizá cometía un error. Quizá debería... Paralizó los dedos con brusquedad. Cicatrices. ¡Sin cicatrices!
-Oh Dios -murmuró mientras bajaba la vista a su mano-. ¡Oh, Dios mío!
-¿Qué sucede?- Gina se plantó de pie a su lado, con los dedos clavados en su brazo. Despacio, él la miró a los ojos. -Un fantasma -susurró. Luego desterró el terror al observar al teniente Renicki-. Vanessa intentaba decirme algo por teléfono. Comentó «Sin cicatrices». El hombre al que maté en Nevada me clavó un cuchillo. Ella conoce la historia.
-¿Recuerda su nombre? -el teniente ya se dirigía al teléfono.
Zac rió sin alegría. «¿Se olvida alguna vez el nombre de un hombre por cuyo asesinato has sido juzgado?
-Charles Terrance Ford -replicó-. Tenía mujer e hijo. Ella llevaba al niño todos los días al juzgado -Zac recordó que tenía ojos azules, pálidos, confusos. Lo invadió una oleada de náusea que amenazó con tragárselo.
-Esta vez, bébetelo -le ordenó Caine al depositar una copa de brandy en sus manos. Zac bajó la cabeza y observó la copa. -Café -balbuceó y fue a la cocina. Pero no podía pensar. Apoyó las manos en la encimera e intentó aclarar la cabeza. Comprendió que se hallaba indefenso. Sintió la misma impotencia furiosa que había experimentado tanto tiempo atrás en aquella celda pequeña. «Diecisiete años», pensó. «Santo Dios, ha tenido diecisiete años para odiarme. ¿Qué le hará a Vane por mi causa?»
-Si es lo único que bebes, entonces bébelo -dijo Caine con aspereza mientras empujaba una taza de café por la encimera. Recordaba a Vane allí de pie justo aquella misma mañana, sus ojos burlones mientras él se enfrentaba al hecho de que ella había crecido mientras él no miraba.
-Lo sabía -musitó Zac con la vista clavada en el café-. Sabía que alguien estaba detrás de mí. Sabía que ella no estaba a salvo, pero no la obligué a irse.
Caine se sentó sobre un taburete. -He conocido a Vane toda su vida, la he querido toda su vida. Nadie, absolutamente nadie, le obliga a hacer algo que no desee.
-Yo podría haberlo conseguido -alzó la taza y bebió sin saborearlo-. Lo único que tenía que hacer era ir con ella.»
-Y él te habría seguido.
-Si -depositó la taza con fuerza. La ira le aclaró la cabeza y desterró la náusea que se demoraba en su garganta-. La voy a recuperar, Caine- afirmó con calma mortal-. Nada en el infierno me va a impedir recuperarla.
-Su nombre es Rodrigo Ford -declaró el teniente Renicki al entrar en la cocina e ir hacia la cafetera-. Compró un vuelo de Las Vegas hace cinco días con destino a Atlantic City. Pronto tendremos una descripción. Estamos registrando todos los hoteles, moteles, apartamentos de alquiler y de playa, aunque no sabemos si la mantuvo en la ciudad. Tampoco confiaría en que haya alquilado una habitación con su propio nombre -añadió mientras se servía azúcar-. Su madre se volvió a casar hace unos tres años. La estamos buscando.
Se sentía bien el tener algo sólido con qué trabajar... nombres, caras. Con un gruñido de satisfacción, el teniente Renicki se sentó frente a Caine.
-Lo encontraremos -prometió-. Ambos deberían tratar de descansar un poco -aconsejó-. Lo más probable es que no vuelva a llamar hasta la mañana -cuando ninguno de los dos le contestó, suspiró. «Esta familia sabe cómo mantenerse unida», pensó-. Muy bien, señor Efron, ¿por qué no me cuenta qué pasos ha dado para reunir el rescate?
-El dinero estará en mi oficina a las ocho.
-¿No tiene ningún problema en conseguir esa cantidad de dinero? -Renicki enarcó las cejas tupidas.
-No.
-Muy bien, dígale a las nueve. Así tendremos tiempo de fotografiar los billetes en su oficina. De ese modo, si se nos escabulle, podremos dar con él una vez que empiece a gastarlo. Me gustaría pedirle que reconsiderara la idea de autorizarnos a colocar un rastreador en uno de los maletines. Le puedo mostrar lo bien que se ocultan. Recuerde -añadió antes de que Zac pudiera hablar-, nuestra preocupación principal es la misma que la de ustedes. Recuperar sana y salva a la señorita Hudgens.
Por primera vez Zac notó el cansancio en los ojos del teniente. Se le ocurrió que el policía no había comido o dormido más que él. En otras circunstancias, habría confiado en esos ojos. -Lo pensaré -repuso al final. El teniente asintió y se bebió el resto del café. A las seis de la mañana, el teléfono sonó otra vez. Gina y Greg despertaron de un sueño ligero en el sofá. Alan se irguió en la silla en la que había pasado la noche, despierto e inquieto. Caine se detuvo en la puerta de la cocina, de donde regresaba con otra taza de café. La mano de Zac se disparó hacia el auricular. Llevaba más de una hora con la vista clavada en el teléfono.
-Efron.
-¿Tienes el dinero?
-Estará aquí a las nueve.
-Hay una gasolinera a dos manzanas del hotel, a mano derecha. A las nueve y cuarto espera en la cabina telefónica que hay allí. Te llamaré.
Rodrigo colgó tan nervioso que estuvo a punto de derribar la mesa pequeña. No había sido capaz de dormir, ni siquiera después de que los sollozos de Vanessa se calmaran. «No tendría que haber conseguido que sintiera pena por ella», pensó mientras se frotaba los ojos. Al fin y al cabo, ¿qué clase de mujer era que vivía con un asesino?
Su madre habría dicho que era una fulana, pero él había percibido algo en ella. «Tiene clase», reflexionó mientras estiraba unos músculos rígidos y doloridos. Había tenido clase incluso con ese jersey y esos vaqueros con los que le había abierto la puerta. Y la noche anterior... suspiró y observó la puerta del dormitorio. La noche anterior había parecido tan pequeña e indefensa cuando se acurrucó en la cama y se puso a llorar.
Lamentaba tener que asustarla de esa manera, pero era su mejor arma contra Efron. «En primer lugar, jamás tendría que haberse mezclado con escoria como él», se recordó. «Lo mataría si pudiera», se dijo, pero sabía que no era capaz. Colocar una bomba en un edificio y sacarle un cuchillo o una pistola a un hombre eran dos cosas diferentes. Una bomba era algo remoto, y aun así se vio obligado a reconocer que probablemente jamás habría hecho acopio de valor para detonarla. Pero la amenaza era ideal. Qué satisfacción le brindaba poder mantener al hombre que mató a su padre temblando de la cabeza a los pies. Luego tendría el dinero, y cada dólar que gastara sería una venganza contra Zac Efron.
Oyó que Vanessa se movía y fue a comprobar su estado.
Ella estaba enfadada consigo misma. ¿De qué le había servido llorar salvo para darle un poderoso dolor de cabeza y dejarle los ojos hinchados? Necesitaba planear una fuga, no revolcarse en la compasión por sí misma. El brazo atado a la cama le dolía y le hormigueaba por falta de circulación. Se dio la vuelta y trató de masajearlo para que la sangre volviera a circular. «¡Piensa!» se exigió a si misma. Siempre hay una salida.
Cuando la puerta del dormitorio se abrió, giró la cabeza y captó el remordimiento en los ojos de Rodrigo. «Dios, debo dar una imagen penosa», pensó cansada. «Entonces úsalo a tu favor, Vane», le ordenó con impaciencia una voz baja. «Empieza a usar la cabeza».
No dejó que el miedo volviera a emerger mientras con desesperación se aferraba a su fuerza interior.
-Por favor, me duele el brazo. Creo que me lo torcí durante la noche.
-Lo siento -se quedó vacilando en medio de la habitación-. Te prepararé algo para desayunar.
-Por favor -dijo con rapidez antes de que él volviera a salir-. Si... si pudiera sentarme en una silla. Me duele todo el cuerpo de estar acostada. ¿Adonde podría ir? -preguntó con un sollozo contenido al verlo dudar-. Eres más fuerte que yo.
-Te llevaré a la cocina. Si intentas algo, te traeré de vuelta aquí y te amordazaré.
-De acuerdo, lo único que te pido es que dejes que me levante un rato.
Rodrigo sacó las llaves del bolsillo y abrió las esposas. Vanessa contuvo el deseo imperioso de correr, sabiendo que no llegaría más allá de la puerta. Él le clavó los dedos en el brazo y con celeridad la condujo por la casa.
Las cortinas estaban cerradas. «Por lo que sé, podría estar en Alaska», pensó frustrada. «Si pudiera huir, ¿en qué dirección iría? ¿Tiene coche? Debe tener uno... si no ¿cómo me trajo aquí? Si pudiera conseguir las llaves...»
-Siéntate -le ordenó y la empujó sobre una silla desvencijada junto a la mesa. Rápidamente se arrodilló y colocó las esposas alrededor de su tobillo y una pata de la mesa. Se levantó apartándose el pelo de los ojos-. Te traeré un poco de café.
-Gracias -sus ojos inspeccionaron la habitación con celeridad en busca de un arma que estuviera a su alcance.
-Esta noche ya no estarás aquí -le informó mientras servía el café, sin apartar los ojos de ella-. El ya ha empezado a reunir el dinero. Probablemente podría haberle pedido el doble.
-No serás feliz con él.
-El será infeliz -replicó Rodrigo-. Eso es lo que cuenta.
-Rodrigo, de esta manera estás desperdiciando tu vida -«se lo ve tan joven», pensó. «Demasiado para llevar tanto odio en su interior-. Hizo falta cerebro para planear todo esto. Cerebro y talento. Podrías dedicar tu mente a algo mucho mejor. Si me sueltas ahora, podría intentar ayudarte. Mi hermano...
-No quiero tu ayuda -dijo con los dientes apretados-. Quiero a Efron. Quiero que se arrastre.
-Zac no se arrastrará -dijo con voz cansada.
-Lo oí por teléfono. Por ti se arrastrará hasta el infierno ida y vuelta.
-Rodrigo...
-¡Cállate! -gritó cuando sus nervios amenazaron con estallar-. He dedicado toda mi vida a planear cómo iba a hacer que Efron pagara. Tuve que ver cómo mi madre trabajaba en un bar mugriento, mientras él se hacía cada día más rico en vez de pudrirse en una celda. Tengo derecho al dinero y lo voy a conseguir -resignada, Vanessa bajó la vista a la mesa-. Voy a preparar algo para comer. ¿Tienes hambre?
Iba a decirle que no, pero comprendió que en ese caso la encerraría otra vez en el dormitorio. Asintió con el rostro vuelto, mientras trataba de pensar.
Al oírlo hurgar en el armario, probó el estado de su pierna. Iba a tener que correr el riesgo. Cuando en esa ocasión le quitara las esposas, lucharía. Con suerte, podría sorprenderlo lo suficiente como para salir al exterior y conseguir llamar la atención de alguien. Si hubiera alguna persona lo bastante cerca como para oirla gritar...
Al levantar la mirada, vio que Rodrigo tenía una sartén grande de hierro en la mano. Sin darse tiempo para pensar, Vanessa gimió y comenzó a deslizarse lentamente hacia el suelo.
-¡Eh! -alarmado, corrió a su lado, dejando la sartén junto a ella mientras intentaba levantarla por los hombros-. ¿Qué pasa, estás enferma?
-Me siento mareada -dijo débilmente, mientras sus dedos se cerraban en torno al mango de la sartén. Se quedó laxa hasta que la cara de él se inclinó sobre la suya. Con todas sus fuerzas, aplastó la sartén contra el lateral de la cabeza. El joven cayó como una piedra.
Al principio, Vanessa se quedó inmóvil, tratando de recuperar el aliento que él le había quitado al caer encima de su cuerpo. Luego experimentó un momento de terror al pensar que lo había matado. Con esfuerzo, se escabulló de debajo y le tomó el pulso.
-Gracias a Dios -murmuró al sentir los latidos. Giró hasta que pudo quitarle la llave del bolsillo. «Tu madre es la que se merece este golpe», pensó mientras se liberaba. El pobre chico nunca había tenido una oportunidad.
Se levantó y analizó sus opciones. Podía correr como una posesa, pero todo indicaba que él recuperaría el sentido y huiría. No, primero tenía que asegurarse de que no se movería.
Se guardó las esposas en el bolsillo de atrás de los vaqueros, luego comenzó a arrastrarlo hacia el dormitorio. No era un hombre grande, pero al cruzar el salón, inclinada mientras tiraba de los hombros de él, se dio cuenta de que sus fuerzas no estaban al máximo. Cuando logró atravesar la puerta, sudaba y jadeaba.
Se apoyó en el umbral y llegó a la conclusión de que jamás sería capaz de subirlo a la cama. Lo dejó tendido en el suelo, inmovilizado al pie de la cama con las esposas.
Trastabilló en dirección al teléfono con una debilidad que no era fingida. Se dio cuenta de que en dos días apenas había comido. «Eso tendrá que esperar», se dijo mientras movía la cabeza para despejarla. No estaba dispuesta a desvanecerse en ese momento. Con rapidez, levantó el auricular y marcó.
Después de darse una ducha rápida y cambiarse de ropa, Zac regresó al salón. Ginna instaba a Greg a comer, aunque ella no tocaba nada de su plato. Alzó la vista cuando entró Zac.
-Esta noche tendremos una cena familiar -le dijo con una sonrisa valiente-. A Vane le encantan.
El vio que las lágrimas se asomaban en sus ojos antes de que las contuviera con rapidez.
Por primera vez desde que la conocía, Zac se acercó para rodearla con los brazos.
-¿Por qué no bajas a hablar con el chef? Preparará lo que le pidas -la sintió temblar mientras le clavaba los dedos en la espalda.
-Si, lo haré. Ten cuidado -susurró-, ten mucho cuidado, Zac -al sonar el teléfono, ella se sobresaltó, luego se separó. Su rostro era una máscara de control-. Se suponía que no iba a volver a llamar.
-Probablemente quiere cerciorarse de que nada salga mal -con la cabeza retumbándole, levantó el auricular-. Efron.
-Zac.
-¡Vane! -oyó el jadeo sofocado de Gina a su espalda-. ¿Te encuentras bien?
-Sí, sí, estoy bien. Zac...
-¿Seguro? ¿No te ha herido? No pensé que te dejaría llamar otra vez.
Vane controló su impaciencia y habló con tono ligero.
-No tuvo más remedio -le dijo-. Está inconsciente y esposado al pie de la cama
-¿Qué? -Caine le aferró el brazo, pero Zac se soltó- ¿Qué has dicho?
-Dije que lo dejé sin sentido y lo esposé al pie de la cama.
Lo recorrió algo que no pudo reconocer. Era alivio. Se manifestó con una carcajada.
-Solo Dios sabe por qué estaba preocupado por ti -comentó al dejarse caer en el sofá. Alzó la vista y vio cuatro pares de ojos ansiosos-. Lo dejó inconsciente y esposado al pie de la cama.
-Ahí tienes a una Hudgens -explotó Greg y tomó a Gina en brazos-. ¿Con qué lo golpeó?
-¿Ese es mi padre? -quiso saber Vane.
-Sí. Ha preguntado con qué lo golpeaste
-Con una sartén de hierro -notó que las piernas le temblaban y se sentó en el suelo.
-Una sartén -comunicó Zac.
-¡Esa es mi niña! -exclamó Greg, besando a Gina con intensidad, luego apoyó la cabeza sobre el hombro de ella y lloró.
-Zac, ¿podrías venir a recogerme? -pidió Vanessa-. Ya he tenido una noche horrible.
-¿Dónde estás?
-No lo sé -enterró la cara entre las rodillas. «No te derrumbes», se ordenó. «No te vengas abajo». Pudo oír a Zac pronunciar su nombre por el auricular y se tragó las lágrimas-. Aguarda un momento, deja que levante las persianas para ver si consigo orientarme. Háblame -pidió al levantarse-. Sigue hablando.
-Toda tu familia está aquí -dijo al percibir un atisbo de histeria en la voz de ella-. Tu madre quiere organizar una cena esta noche. ¿Qué te gustaría comer?
-Una hamburguesa con queso -respondió mientras levantaba la primera persiana-. Dios, me encantaría una hamburguesa con queso y litros de champán. Creo que estoy al este de la ciudad, cerca de la playa. Hay unas pocas casas prefabricadas al final de esta misma calle. Nunca he estado por aquí -se mordió con fuerza el labio para evitar que la voz se le quebrara-. No sé donde estoy.
-Dame el número del teléfono, Vane. Lo rastrearemos -escribió con rapidez, mientras ella se lo leía-. Iré para allí, tú aguanta.
-Lo haré. Estoy bien, de verdad -de algún modo, dejar entrar un poco de luz en la habitación ayudó-. Solo date prisa. Diles a todos que estoy bien, que no se preocupen.
-Vane, te amo.
-Ven a demostrármelo -dijo antes de colgar y volver a sentir las lágrimas.
-Averigüe dónde se encuentra -le dijo Zac a Renicki al entregarle el trozo de papel. El teniente asintió y comenzó marcar. -Así que lo dejó sin sentido con una sartén, ¿eh? -soltó una risa rápida-. ¡Debe de ser toda una mujer!
-Es una Hudgens -informó Greg, luego se sonó la nariz.
-Es una pequeña casa frente el mar, al este de la ciudad -dijo el teniente unos minutos más tarde, al tiempo que se dirigía hacia la puerta-. ¿Viene? -le preguntó a Zac.
-Vamos todos -contestó Zac con expresión suave.
Vane se hallaba en el umbral abierto, aunque temblaba bajo el fresco aire de la mañana. Se dio cuenta de que aún no habían pasado ni veinticuatro horas. Sin embargo, le daba la impresión de que habían transcurrido días desde la última vez que vio la luz del sol. El césped aún seguía húmedo por la lluvia de la noche. ¿Cómo es que nunca había visto cuántos colores había en una gota de agua sobre una brizna de hierba?
Entonces vio los coches. «Como un desfile», pensó, y sintió fuertes deseos de volver a llorar. No, no iba a saludar a Zac con lágrimas. Enderezó los hombros y salió a esperar a la galería.
El frenó delante de dos coches de policía. De inmediato bajó y corrió hacia ella.
-Vane -la rodeó con los brazos y la alzó del suelo para estrujarla contra él. Con la cara enterrada en el cuello de Zac, ella lo oyó repetir su nombre una y otra vez-. ¿Estás bien? -quiso saber él, pero antes de que pudiera contestar, la besó en los labios.
Vane notó que Zac temblaba y lo abrazó con más fuerza. Para tranquilizarlo, proyectó todo su amor y calidez en el beso.
-Estás helada -murmuró al sentir la piel fría bajo las manos-. Toma mi chaqueta.
Cuando fue a quitársela, ella le enmarcó el rostro entre las manos.
-Oh, Zac -murmuró al acariciar los surcos de tensión en su cara-. Ha sido muy duro para ti.
-Vamos, déjame verla -Greg la tomó por los hombros y pasó las anchas manos por la cara de su hija-. Así que lo quitaste de la circulación con una sartén, ¿verdad, pequeña?
Vanessa vio sus ojos enrojecidos y lo besó con intensidad.
-La tenía a mano. No me digas que estabas preocupado por mí -comentó, haciéndose la ofendida.
-Por supuesto que no -bufó él-. Cualquier hija mía sabe cómo cuidarse. Era tu madre la que estaba preocupada.
El teniente Renicki observó mientras Vanessa era pasada de un miembro a otro de la familia. Quería vigilar a Zac cuando sacaran a Rodrigo Ford.
-Necesitaremos una declaración suya, señorita Hudgens -dijo, y se acercó para situarse junto a Zac. -Ahora no.
Aceptó las palabras de Zac con un gesto de cabeza.
-Si puede, venga más tarde a la comisaría, después de haber descansado -sintió que Zac se ponía tenso, y, preparándose, giró la cabeza cuando Rodrigo salía escoltado por dos agentes uniformados.
-Tranquilo, señor Efron -murmuró-. Su dama ya ha sufrido bastante por un día.
Rodrigo levantó la cabeza. Zac recordó esos ojos. Los pálidos y ansiosos ojos que había visto a diario en un tribunal. «No podía tener más de tres años», pensó. Un bebé. Sintió la mano de Vane en la suya a la vez que su ira se desvanecía. Mientras lo conducían hacia el coche, Rodrigo no dejó de mirar a Zac por encima del hombro.
-Lo siento tanto por él -murmuró Vane-, tanto...
-Yo también -Zac la tomó en brazos.
-Algunos de mis hombres registrarán la casa -dijo el teniente Renicki-. Cuando pueda, señorita Hudgens, pase por la comisaría.
-Vamos, llevémonos a la pequeña -dijo Greg, mientras daba un paso hacia ella. -Zac la llevará -Gina lo tomó por el brazo y lo condujo hacia el segundo coche de policía-. Los demás iremos a planear esa cena.
-Ni siquiera tiene zapatos -profirió Greg al ser empujado al interior del vehículo.
-Estará bien -comentó Alan mientras ocupaba el asiento delantero. Se dio cuenta de que estaba hambriento.
-Claro que estará bien -corroboró Caine, luego le habló a su padre al oído-: Te compraré un cigarro si te marchas sin hacer ruido. Greg miró a su mujer y se reclinó en el asiento.
-Estará bien -decidió.
-Vamos -Zac le abotonó la chaqueta hasta el cuello a Vane-, Te llevaré de vuelta.
-Demos un paseo por la playa -le rodeó la cintura con el brazo-. Lo necesito.
-Estás descalza -señaló
-Es la mejor forma de pasear por la playa. No has dormido -comentó al cruzar hacia la arena.
-No. Pero al parecer podría haberlo hecho sin preocupación -quería aplastarla contra él, asegurarse de que era real. Con el brazo sobre el hombro de ella, le dio un beso en la coronilla.
-Odié hacerle daño -musitó-. Pero no sabía cómo iba a reaccionar él cuando te tuviera cara a cara. Hay tanto odio dentro de ese muchacho, Zac. Es tan triste.
-Arrebaté algo vital de su vida. El se llevó algo vital de la mía -se detuvo y la mantuvo pegada a su lado mientras oteaba el mar-. Me sorprende que pidiera tan poco dinero.
-¿Poco? -lo observó con una ceja enarcada-. En la mayoría de los círculos, dos millones es una cantidad considerable.
-¿Por algo que no tiene precio? -le tomó la cara entre las manos y bajó la boca hacia la suya. Luego, con un temblor, la pegó a él y se apoderó de sus labios-. Vane -le recorrió la cara a besos y volvió a posar los labios sobre los de ella-. No sabía si alguna vez volvería a abrazarte. En lo único que pensaba era en lo que él te habría podido hacer... y en lo que yo le haría cuando lo encontrara.
-No me habría lastimado -la violencia volvía a hervir en él, de modo que lo aplacó con manos y labios-. El motivo por el que me resultó tan fácil escapar fue porque no quería hacerme daño.
-No, fui yo quien...
-Zac. ¡Ya basta! -lo apartó y lo miró con enfado-. Tú no causaste esto; no pienso tolerar que trates de asumir la culpa. Lo que sucedió hoy se inició hace mucho con el alcohol y la intolerancia. Ya se acabó. Dejémoslo descansar en paz.
-Me pregunto por que eché de menos que me gritaras - murmuró, luego volvió a abrazarla.
-Masoquista. ¿Sabes...? -se arrebujó un momento contra él-... he tenido tiempo de pensar en nuestra relación.
-¿Oh?
-Sí, creo que necesitamos redefinir las reglas de juego.
-No sabía que las tuviéramos -perplejo, la apartó.
-He estado pensando -caminó hacia las olas, pero al descubrir que el agua estaba helada, retrocedió otra vez.
-¿Y? -cauteloso, la tomó por los hombros y la giró para verle la cara.
-Y no creo que la situación actual sea muy práctica.
-¿En qué sentido?
-Creo que deberíamos casarnos - dijo con mucha calma.
-¿Casarnos? -pensativo, Zac la miró fijamente. Se hallaba de pie y descalza en la arena fría, con una chaqueta demasiado grande para ella, con el pelo enredado y revuelto, diciéndole con calma que deberían casarse. Una hora antes había dejado sin sentido a un aprendiz de secuestrador con una sartén de hierro. Se dio cuenta de que no era como lo había imaginado. Había imaginado que sería él quien se lo pediría en una habitación tenuemente iluminada, cálidos y satisfechos después de haber hecho el amor-. ¿Casarnos?- repitió.
-Sí, tengo entendido que la gente aún lo hace. Ahora bien, estoy dispuesta a ser razonable.
-Lo eres -asintió, preguntándose qué tramaría.
-Como es sugerencia mía, lo resolveremos a tu manera -buscó en el bolsillo y sacó una moneda.
-Vane, vamos... -río y alargó la mano para quitársela
-Oh, no, es mi moneda, yo la echo. Cara nos casamos, cruz no -antes de que él pudiera decir otra palabra, tiró la moneda al aire, luego la atrapó. La plantó sobre el dorso de la mano y la extendió para que él la viera-. Cara.
La observó. Se metió las manos en los bolsillos y alzó la vista a los ojos de ella.
-Al parecer pierdo.
-Eso parece -Vane volvió a guardarse en el bolsillo la moneda con dos caras.
-¿Y si jugamos al mejor de tres?
-Olvídalo -un atisbo de enfado iluminó sus ojos. Se puso a caminar por la arena. Soltó un chillido cuando Zac la alzó en vilo-. Si crees que no vas a pagar la apuesta perdida -comenzó a decir, pero luego emitió un suspiro de placer cuando él la silenció.
-Nunca dejo una apuesta sin pagar -prometió, mordisqueándole el labio mientras la llevaba de vuelta al coche-. Deja que le eche un vistazo a esa moneda.
Mientras le rodeaba el cuello con los brazos, lo miró con expresión risueña en los ojos.
-Por encima de mi cadáver.
Fin.




Bueno, espero que les haya gustado esta novela a mis lectoras. Y quiero deciros que ya estoy buscando otra novela para adaptarla a Zanessa. Me encantaria que comentarais y perdonar si yo no comento en las vuestras, pero debo decir que las llevo todas para delante. Muchos besos.


PD: la nueva novela es esta: http://despertandoalatentacion-zanessa.blogspot.com/

3 comentarios:

  1. Awww me encanto!
    estoy muy sorprendida de lo inteligente que fue Ness, toda una Hudgens lol
    ya quiero ver la proxima!
    Bye
    Xx LB

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  2. ay estuvo hermosa la nove gracias x publicarla!!!!

    Y ness tan inteligente cuando le dijo a zac lo d las cicatrics y creo q m prdi cuando le conto zac a ella lo d el hombre q abia matado..jejejejeje

    Estuvo wow si pons otra dja el link en una d las otras noves!!!

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  3. aaaawwwww
    me encanto el final!!
    ke lista es ness!!
    pero el chaval era idiota XD
    menos mal ke lo tenia todo bien planeado XD XD
    me encanto la ultima parte
    de la moneda con dos caras XD XD
    ke astuta!
    - deja ke vea esa moneda
    - por encima de mi cadaver
    XD XD XD
    a kien kieres engañar efron!!??
    tu tb te kieres casar! XD
    por cierto en los ultimos capis no me iciste caso en lo de los espacios
    me tienes ke hacer caso
    ke se lee mejor si pones espacios
    sin espacios se te hace una bola en la cabeza de letras
    ke llega un momento ke no sabes lo ke estas leyendo
    ah y no hace falta ke hagas un nuevo blog cada vez ke pones una nueva nove
    la puedes poner a continuacion
    solo tienes ke cambiar la direccion, pon otra en vez del itulo de la novela
    ah y espero ke cuando puedas comente aunke sea 2 palabras XD
    me encanto la nove!
    bye!
    kisses!

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